Las gotas caían ferozmente contra los cristales del techo de mi casa... mi mujer... no... no puedo describirlo... lloraba... lloro... solo con recordarlo, por favor no me hagan recordarlo... ¡no me lo hagan recordar! Sentadita, quieta, pálida los ojos abiertos... fue el ser que más quise... fue, ella fue mi confidente, mi todo, mi vida... mi sentido... si gracias, quiero beber algo... pos favor... en el primer cajón de la mesilla encontraran una petaca llena de whisky, tráiganmela, ¡ya se que no es bueno beber en demasía! ¿qué quiere que haga? Oh, mi mano esta fría lo se... déjenme que les cuente por favor... he de decírselo a alguien, no sin antes, por favor, ábranmela... la petaca, gracias, ahora acérquemela a los labios e inclínenla, déjenme que la pueda beber... gracias, lo necesitaba... Oh... Dios, si supieran lo que es ver al ser que más se puede amar... sentado... y... muerto... recién muerto... delicadamente muerto, sin una gota de sangre sin una gota de aire en sus pulmones... pálida... (por favor, no me interrumpan, déjenme continuar) blanca... inerte... Dios, la petaca otra vez, acérquenmela a la boca quiero incendiar mi espíritu. Tras verla en ese estado no pude más que acercarme y darla un ultimo beso, una ultima despedida, tenia en la mano una Biblia... con unas paginas señaladas... eso... necesitaba consuelo en la Biblia, la palabra de Dios, las dulces palabras de nuestro señor era la única luz que podía recibir tras tan espantosa escena. “Tuve miedo y escondí su talento en la tierra, aquí tienes lo tuyo ¡Criado malvado y perezoso! ¿no sabias que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí?” “A ese, que lo arrojen a las tinieblas” (Mt 25. 26, 30) Oh, dulces palabras me hicieron trasladar mi mente a tiempos pasados, poco a poco fui desviando mi mete de aquel trauma fortuito... Recordaba mi más tierna niñez, unas Navidades, salía de clase, tembloroso... con un hormigueo poco habitual, me dolía mucho la cabeza mis dedos húmedos sujetaban un papel que poco a poco se arrugaba más debida al sudor de mis manos. Me acababan de dar las vacaciones navideñas y ese papel era mi boletín de notas, el hormigueo, todo, se debía a... mis calificaciones, mi retahíla de suspensos. Jamás había tenido tan desagradable sorpresa suspender todas las asignaturas... sabia que mi familia se lo iba a tomar bastante mal, llegaba a casa, no había nadie en el recibidor. Caminé hacia la cocina, intentando buscar la mejor forma de enseñarles a mis padres el siniestro papel, acaricié lentamente el picaporte, nada más abrirla la voz de mi madre, se hizo sonar precedida por la de mi padre - ¿las notas?- el corazón me dio un vuelco mi pecho tembló como jamas había hecho, sentía que me había desaparecido el estomago me quedé inmóvil delante de mis padres, los dos, sentados frente a mi en unas banquetas... sus ojos se me clavaron en el corazón y me dominaba una sensación de absoluta confusión, cuando la mano de mi padre arrancó de mis manos los folios que deseaban ver. Los ojos de mi padre se abrieron más que nuca y exhalo un gemido que se dejó oír por toda la casa, mi madre que suponía el motivo de aquel grito torno su mirada sombría y fogosa, un resplandor cayo sobre mis retinas y caí al suelo. Cuando recupere el conocimiento seguía en la cocina y mi madre me leía los versículos antes leídos... - ¿A las tinieblas contigo? Has tenido un talento y los has enterrado ¿ves lo que eso significa? tu juicio esta cerca,. No te creas, y tu estas aquí para gloria y gracia del señor, recuerda al padre... ahí tienes un ejemplo de vida para el señor, aun estas a tiempo de las llamas del infierno... Jamás volví a sacar mala calificación en ninguna asignatura, todo... a mayor gloria de nuestro señor, desde entonces mis padres me educaron en el temor de Dios y la moral mas extremista del catolicismo, el infierno la oración y el trabajo eran mis únicas preocupaciones y cada vez que hacía algo que fuera en contra de sus ridículas normas me amenazaban con el juicio final a través de los más horrendos pasajes de la Biblia que ellos interpretaban a su antojo fruto de unas mentes costumbristas y poco pensantes. Podría contar más anécdotas relacionadas con montones de pasajes bíblicos pero como su tiempo no es infinito me limitaré a contar las de los que estaban señalados en aquel libro que en esos momentos leía fúnebremente. “Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje en agua la yema de su dedo y refresque mi lengua porque no aguanto estas llamas.” (Lc 16, 24) En plena adolescencia estaba yo andando a tumbos por la calle. Era de noche, me había escapado de mi habitación sigilosamente para ir con mis amigos a un bar, cosa que mis padres me tenían prohibida. Dada mi inexperiencia con el alcohol, caí en la ebriedad absoluta y volvía a casa escandalosamente dando eses. Antes de cruzar el umbral de la puerta me desplomé dormido dado el grado de mi borrachera. Desperté al sonido de mis dos padres leyéndome al unísono el pasaje de lázaro y el rico Epulón...sabía lo que iba a pasar, y me hacia cargo de la desesperación y vergüenza de mis padres al contemplar a su hijo con el control perdido... - El vecino me ha dicho...- dijo tras acabar la parábola- que en tu locura alcohólica faltaste a la divina castidad con una moza cercana a ti... ¿llegaste a tener actos carnales con ella?... no me los digas... prefiera no saberlo, estas cada vez más cerca de la condenación eterna. Te pierdes en el vicio y al lujuria, no son más que falsos dioses fáciles de adorar... pero sigue así, no sigas mi consejo no seré yo quien te castigue sino Dios, más te vale rezar, clamando un perdón que no mereces... Mi inmadurez hacia que esas palabras me atemorizasen, jamás probé una gota de alcohol alguna, ni toqué a ninguna mujer, ni siquiera a la que luego seria mi mujer. Todas las palabras de mis padres calaron muy hondo en mi pero para ellos nunca era suficiente y pronto empecé a odiarles, a ellos a su moralina, a su Dios vengador y a todo lo que quisiera que tuviera que ver con ellos. “Entonces adoraron al dragón porque había dado poder a la bestia, y adoraron también a la bestia diciendo”: - “¿Quién hay como la bestia? ¿Quién es capaz de luchar contra ella?” (Ap. 13, 4) Tenía treinta años, ya me había casado, vivía con mi ahora difunta mujer...era feliz y mis padres ya no me iban a decir nada puesto que ya no les pertenecía moralmente, ¿qué mejor forma de celebrarlo que desobedeciendo su orden más sagrada? Al siguiente domingo rehusé de ir a misa. No sabría decir como, o mejor dicho, si lo sabía, mis padres aun no se habían hecho a la idea de que era independiente, aun así me espiaban (miserables), todo el día estuvieron a mi lado excepto cuando fueron a misa, yo rehusé, tras volver no se separaron de mi en ningún momento... ¿lo entienden? ¡Como si fuera un niño! Yo era un adulto, pero no se daban cuenta. Al caer la noche mi padre y mi madre se metieron conmigo a mi habitación, y cerraron la puerta tras de si asegurándose de que no entrara mi mujer. Mi padre, Biblia en mano recitó esos versículos apocalípticos que acabo de preceder yo y añadió: - Ya no hay solución, has adorado a un Dios falso, has rehusado a tu Dios, nunca me obedeciste, ahora que estas lejos de mi mano aprovechas para restriegarmelo por la cara. Yo... ya no te voy a castigar... el castigo será el divino, cuando ardas en el averno, para ti ya no existe moral, ni bien, podrás matar a alguien te dará igual... Matar a alguien, ¡imbécil! Solo por faltar a misa rehusaba de todo lo que el decía... ya no me daba miedo ni me asustaba con sus cuentos para niños, falsedades todas ellas. Una semana después mis padres murieron por ingerir setas venenosas, han de saber que mi padre era un verdadero amante de la micología, era su única afición, lo único que le permitía hacer su ridícula religión aparte de trabajar y rezar. En el velatorio me sentía liberado, mis únicos verdugos habían muerto para siempre, ya nadie me iba a cuestionar nada, era libre. Me dediqué tras este hecho feliz a decantarme por todo lo que ellos me censuraron. Llegué a ser un alcohólico, un lujurioso, olvidé el trabajo, olvidé las normas y jamás volví a misa. Así pasé años dedicados al vicio al que llegué a amar... pero prosigamos con la historia que ya quiere acabar... ya hay un solo versículo que explicar, un solo versículo marcado quedaba por leer, uno que su supe enlazar con ningún acto pasado y que solo leí una vez. “Muerte y abismo fueron arrojados después al estanque de fuego, al que fueron arrojados también los que no estaban inscritos en el libro de la vida.” (Ap 20, 14-15) Nada más acabé de leer el libro lancé un grito, lo más fuerte que pude, descargué en el toda mi energía, no se porqué lo hice, pero así fue. Después el cadáver de mi mujer se encendió y ardió intensísimamente sin dañar la butaca sobre la que se hallaba sentado. A los pocos segundos dejó de arder y yo caí al suelo, sentado contra la pared sin poder moverme. Y no me he vuelto a mover desde entonces, hará ya unos tres días. Poco a poco mi pile se tornó pálida, mis labios morados y empecé a flaquear vertiginosamente. Caballeros, estoy en el infierno, no he visto ningún demonio, ni lo veré pero tampoco lo temo, nada hay peor, que donde estoy ahora. No se preocupen, el averno lo llevo dentro ustedes tan solo estan escuchando las palabras de un muerto que quería hablar, un muerto que descubrió demasiado tarde al diferencia entre el bien y el mal, ( a todo esto pueden si quieren terminar la petaca de whisky, ya no la necesito) un muerto que asesinó a su padre, a su madre y a su esposa y que ahora sufre su condenación eterna.
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